Coqueteando con la Iglesia


J. Mauricio Ponce A.Un amigo me envió las grabaciones de unos sermones llamados «Pasión por la iglesia», de un pastor de Maryland. No estoy seguro de por qué las escuché. Para alguien como yo, que coqueteaba con toda iglesia, el título era confuso.

¿PUEDE SALVARSE ESTA RELACIÓN?

¿Pasión por la iglesia? ¡En mi mente las palabras pasión e iglesia no tenían nada que ver! La serie podría haberse lla-mado «Pasión por el almacén», en lo que a mí concierne. Pero por alguna razón, mientras conducía por mi ciudad de Gresham, Oregón, puse las cintas en el reproductor del auto y comencé a escucharlas.

El predicador enseñaba basado en el libro de Efesios. Mostraba que la iglesia era en realidad idea de Dios, y no un plan o programa inventado por los seres humanos. Por cierto, la iglesia es la única institución que Dios prometió sostener para siempre.

Es allí donde entraba en juego la pasión. No basta con formar parte de la iglesia universal, decía el predicador. Cada cristiano es llamado al compromiso apasionado con una iglesia local específica. ¿Por qué? Porque la iglesia local es la clave para el crecimiento y la salud espiritual del cristiano. Y como «cuerpo de Cristo» visible en el mundo, la iglesia local es central en el plan de Dios para cada generación.

Tengo que decirle que las verdades bíblicas de esos mensajes me alzaron, me dieron la vuelta, y me dieron una buena sacudida. De mis bolsillos cayó una avalancha de desgastadas actitudes con respecto a la iglesia. La mayoría de ellas no habían sido pensadas con cuidado, es cierto. Sin embargo, todas iban en dirección equivocada, y había algunas peligrosas y sin fundamento en las Escrituras. Por primera vez supe que la relación sincera y de corazón con la iglesia local es el amoroso plan de Dios para mí y para todo seguidor de Cristo.

No se trata de lo que mis padres quieren para mí. No se trata de lo que piense tal o cual pastor.

Y no es una opción.

¿PUEDE IDENTIFICAR AL QUE COQUETEA CON LA IGLESIA?

Hoy vivimos en un mundo cada vez más fragmentado. Ese tipo de mentalidad ha influido el modo en que nos relacionamos con Dios. La fe es una búsqueda individual. Hoy, los expertos describen a los Estados Unidos como una nación de «creyentes», pero no de «miembros», y los números lo con-firman. Según el encuestador George Barna, aunque la población adulta de los Estados Unidos aumentó un quince por ciento durante la década de 1990, ¡la cantidad de adul-tos que no asistían a la iglesia con regularidad, o que solo iban en las fiestas, aumentó un noventa y dos por ciento!

¿Puede definir ahora lo que yo llamo «coquetear con la iglesia»? Le doy un breve perfil. ¿Ve en usted una o más de estas características?

Primero, nuestra actitud hacia la iglesia suele estar cen-trada en nosotros mismos. Vamos por lo que podemos recibir: interacción social, programas o actividades. La pregunta principal es: ¿Qué puede hacer la iglesia por mí?

Un segundo signo del que coquetea con la iglesia es la independencia. Vamos a la iglesia porque es lo que se espe-ra del cristiano, pero nos cuidamos de involucrarnos demasiado, en especial con la gente. No le prestamos mucha atención al propósito más amplio de Dios para nosotros como parte vital de una familia en una iglesia específica. Así que lo hacemos todo de forma mecánica, sin involucrarnos.

Y lo más esencial, quien coquetea con la iglesia suele ser crítico. No tenemos una alianza fuerte y enseguida encontramos defectos en nuestra iglesia. Tratamos a la iglesia con la mentalidad del consumidor, buscando el mejor producto por el precio de nuestro domingo por la mañana. Como resultado, somos inconstantes y no nos involucramos a largo plazo, como el amante con ojo inquieto que busca siempre algo mejor.

Tomemos a mi amigo Natán. Asistía a dos iglesias los domingos: a una porque le gustaba la música, y a otra por-que le gustaban los sermones. Pero su relación con ambas no pasaba de eso. En la primera iglesia, salía apenas termi-naba la última canción, y entonces iba a la segunda, a cinco minutos en auto. Hasta lograba parar en McDonald’s para comer un Egg McMuffin. Tenía el tiempo calculado para entrar en la segunda justo cuando empezaba el sermón.

Uno diría que Natán repartía su tiempo.

Si se ve a sí mismo en alguna de estas descripciones, quiero que escuche lo que dice un ex novio de la iglesia:

Dios tiene algo mejor para usted y para mí que solo coquetear con la iglesia. Lo que hacen los novios expertos como Natán y Jack es no darse cuenta de que lo que suponen que funciona para su beneficio personal en realidad les causa una gran pérdida, tanto para ellos como para otras personas.

Escribo este libro porque quiero compartir con otros sinceros seguidores de Cristo las profundas bendiciones que vienen con una vida comprometida con la iglesia. Quiero que le eche un vistazo a la belleza del plan de Dios para la iglesia en la vida de cada creyente, y al inimagina-ble poder al que puede dársele rienda suelta a través de tan solo una generación que acepte ese plan.

¿Por qué no habría de ser nuestra generación la que lo haga?

Pero antes de que veamos los beneficios del compromiso, piense en lo que se pierde cuando el coqueteo con la iglesia se vuelve un estilo de vida. En realidad, cuando nos resistimos a la pasión y el compromiso en nuestra relación con la iglesia, todos pierden lo mejor de Dios.

  • Nos engañamos a nosotros mismos
  • Engañamos a la comunidad de nuestra iglesia
  • Engañamos a nuestro mundo.

Espero que tenga el coraje de seguir conmigo, porque las verdades bíblicas que estamos dando en este libro tienen el potencial de traer un tremendo cambio para mejorar su vida.

Comencemos con la última idea. Su mundo.

SU VIDA ES MÁS GRANDE

Dé un paso atrás por un momento. Recuerde lo que está en juego en verdad en cada vida humana. Cada uno de nosotros vive estos días en la tierra en un mundo visible que apenas oculta una realidad invisible mucho mayor. Lo que vemos no durará para siempre. Estamos en un conflicto cósmico contra las fuerzas espirituales del mal (Efesios 6:12). En algún momento del futuro, cada uno de los seres humanos que están vivos hoy estará muerto, y habrá una rendición de cuentas. Cada una de las almas, de los seis mil millones sobre la tierra, pasará la eternidad o en el cielo o en el infierno. ¡Por eso es que todo ser humano que esté vivo necesita oír las buenas nuevas del evangelio!

La buena nueva es simple y poderosa: Jesucristo murió para salvarnos de nuestro pecado, y no hay otra forma de salvación (véase Juan 14:6; Romanos 5:8). Para recibir el regalo de la salvación que Jesús ofrece, debemos apartarnos de nuestro pecado en genuino arrepentimiento y con-fiar en Él y en el sacrificio de su muerte por nosotros (véase 1 Juan 1:8-9; Romanos 10:9; Efesios 2:8-9).

¿Ha oído esta buena noticia antes? ¿Ha respondido a ella y hallado el perdón para sus pecados a través de la fe en Cristo? ¡Así lo espero!

Ahora quiero que vea cómo se conecta la iglesia con esta buena nueva: La iglesia es el vehículo que Jesús eligió para llevar el mensaje del evangelio a cada generación y cada pueblo.

¿Ve ahora la imagen completa? La iglesia importa porque Jesús la eligió para contar y mostrar al mundo el mensaje de su amor. Y este mensaje llevado a lo largo de la historia y vivido para que todos lo vean es la única esperanza del mundo.

Paul David Tripp escribe a los cristianos:

Su vida es mucho más que un buen empleo, un cónyuge comprensivo e hijos que no delinquen. Es mucho más que un lindo jardín, buenas vaca-ciones y ropa a la moda. En realidad, usted forma parte de algo inmenso, algo que comenzó antes de que naciera y que continuará después de que muera. Dios está rescatando a la humanidad caída, transportándolos a su reino, y poco a poco dándoles forma según su imagen, y quiere que usted forme parte de esto.

¿No es asombroso? Dios no solo nos ha salvado; nos ha invitado a participar en su plan maestro de redimir a un pueblo para su gloria. A través de la iglesia local parti-cipamos en su plan eterno para rescatar a hombres y mujeres de sus pecados y transformar sus vidas por completo. Esta es la misión de la iglesia. Es nuestro deber, nuestra vocación, nuestro llamado y nuestro privilegio.

Como verá en las páginas que siguen, otra potente dimensión está operando cuando decidimos aceptar nues-tro papel en la familia de Dios en serio. Al participar de forma genuina en la obra de la iglesia mundial, nos pone-mos en el mejor lugar posible para permitir que Dios haga su obra en nosotros. Por eso es que la iglesia es el mejor contexto —el vivero de Dios, si se quiere— para que florezcamos espiritualmente. Es aquí donde Dios nos hace crecer y nos conforma a la imagen de su hijo. (Y cuando digo «la iglesia es el mejor contexto» no estoy hablando solo de lo que sucede dentro, sentados en los bancos, en la sala de oración, o dentro de las cuatro paredes del edificio).

En la comunidad de la iglesia es donde aprendemos a amar a Dios y a los demás; donde somos fortalecidos y transformados por la verdad de la Palabra. Es donde se nos enseña a orar, adorar y servir; donde podemos tener la cer-teza de que estamos inviniendo nuestro tiempo y capacidad por la eternidad; donde podemos crecer en nuestro papel como amigos, hijos e hijas, esposos y esposas, padres y madres. La iglesia es el único lugar mejor sobre la tierra, el lugar diseñado en especial por Dios para empezar de nuevo, para crecer y para cambiar para gloria del Señor.

Es por eso que les digo a las personas que cuando dejan de coquetear con la iglesia, no están agregando otro tema a una larga lista de cosas espirituales para hacer. No. Al fin están comenzando a experimentar las otras bendi-ciones que Jesús prometió a sus seguidores como fruto de la vida verdaderamente abundante.

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Si usted se identifica en alguna forma con este texto, es un buen momento para que confíe en el Señor Jesús y hable con la persona que Él puso para que usted sea guiado, su pastor. Tal vez usted no verá más que a un simple hombre, y lo es, pero es la persona con la que Dios le ha mostrado amor al regalárselo a usted. Aprecie el consejo y déje que Dios arregle lo que esté desarreglado…

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1er Extracto del libro: «Deje de Coquetear con la Iglesia», del autor Joshua Harris.

3 respuestas a “Coqueteando con la Iglesia

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